martes, 5 de agosto de 2008

Justicia divina (Cuento)

A veces es difícil para mí caer en la cuenta que el mundo no se rige bajo una justicia divina. Hoy tenía muchas ganas de fumar y nada de dinero. Como no había nadie en casa se me ocurrió ir hasta la casa de mi abuela y pedirle que me preste para comprar cigarrillos pero ella no estaba. Me hubiese conformado con tan solo un cigarrillo pero en buscando en un armario encontré varios billetes de cien. Supuse que no haría ninguna diferencia la ausencia de uno, si después de todo, sólo necesitaba dos pesos para comprar los puchos así que los tomé. Inmediatamente pensé Por qué comprar sólo un atado de cigarrillos cuando también podría comprarme algo un poco más caro, pero qué podría ser, ya sé, un libro. Salí de casa y fui al centro pero era muy temprano y todos los locales aún estaban cerrados entonces decidí volver a casa y regresar más tarde. En el camino pasaron varias personas fumando pero todas iban en la acera de enfrente. Así continuó mi camino hasta que me topé con un fumador de mi acera al que, respetuosamente, le pedí un cigarrillo y me lo convidó, como agradecimiento le di los buenos días y me fui. Pero entonces, No sería la justicia divina quien me estaba convidando ese cigarrillo. En el camino me imaginé qué pasaría si alguien me asaltaba pero me pareció tonto pensar eso teniendo en cuenta que si alguien me robaba no me estaría robando mi dinero por consiguiente él iba a regresar sano y salvo a su armario. Aunque no tiene porqué ser así en verdad, tal vez ni siquiera exista una justicia divina que impida mi robo siendo un policía parado en cada esquina de mi trayectoria, una vieja plasmada contra su ventana levantando el teléfono y alertando a un justiciero de mi robo, un episodio gracioso en el que se me regresaría lo robado, o al menos la justicia divina vestida de superhéroe surcando el cielo en mi auxilio para evitar el atraco. Eso me tranquilizó pero después pensé Qué pasaría si la misma justicia divina, una gorda rubia de cabello rizado, mallas, capa y rasgos de deidad viniera en mi rescate, una vez ahí ya no me ayudaría, esa sería la única forma de cumplir con su deber.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Teodelina se enamoró de un ángel parecido a tus palabras, y prometió jamás nunca separarse de su aliento,más se recuerda a veces aquel primer desacuerdo, y las ganas de Matías de descubrir a la misma mentirosita de siempre.


te amo

(la segunda, después de autoborrarse, no siempre queda tan espontánea... vos sabés)